“Atender y proteger a un hijo o hija desde el nacimiento y toda su infancia, fortalecerá los cimientos de su salud para toda la vida”.

La llegada de cada hijo o hija, ofrece experiencias únicas de crianza, así como la creación de vínculos afectivos, donde lo deseable es que las personas cuidadoras primordiales (mamá y papá), sean quienes favorezcan en niñas y niños una base protectora en la construcción de su sistema de regulación emocional, teniendo como objetivo principal generar en sí mismos, la sensación de sentirse seguros o protegidos, aún, cuando no se tengan cerca. Para construir dicha base habría que entender por qué un bebé aún no puede diferenciar la ausencia temporal o la pérdida duradera de su principal fuente de satisfacción.

J. N. Nasio, haciendo referencia a Sigmund Freud menciona que:

El bebé experimenta angustia y siente dolor [psíquico]; desde que pierde de vista a la madre, se comporta como si no pudiera verla nunca más y necesita experiencias consoladoras repetidas para finalmente aprender que a esa desaparición de la madre suele suceder su reaparición. La situación en la cual [el niño pequeño] experimenta la ausencia de la madre no es para él, una situación de peligro, sino una situación traumática si en ese momento el bebé siente una necesidad que la madre debe satisfacer. (Nasio, 2007, p. 132)

Pero, ¿cómo lograr que los niños y niñas se sientan confiados y seguros? Bowlby, J. (1960) expuso que la respuesta receptiva e interesada de la madre generaría en el niño un estado emocional positivo, caracterizado por sentimientos de protección y seguridad (Rendón & Rodríguez, 2016), por lo que, en los primeros años de vida, es crucial la figura de la madre, quien debe ser capaz de ajustarse a las necesidades de su hijo o hija de forma continua y flexible. No obstante, cabe señalar que existen factores que podrían poner en riesgo este proceso esperable en la mayoría de las madres; por ejemplo, factores biológicos, mentales, emocionales, sociales, culturales, familiares, económicos, y entre estos, pero no menos importante, la educación sociocultural que han recibido sus parejas frente al significado de la formación de una familia y su rol paterno en el acompañamiento desde el embarazo, el proceso del puerperio, y crianza durante el desarrollo de la infancia de sus hijos e hijas. Una mujer amada, acompañada y respetada en las atenciones de una pareja sensible y empática, aumentará las posibilidades de ofrecer esa respuesta efectiva de atención y cuidados hacia su hijo o hija, lográndose la principal fuente de satisfacción afectiva del bebé, durante su desarrollo evolutivo hasta diferenciarse de la madre y comience a establecer nuevas relaciones con el mundo social que le rodea. Bowlby (1988), veía en la figura del padre como un “protector” de la relación madre-niño, señaló también la necesidad de que intervenga también en su propia relación con el hijo/a potenciando su separación saludable de la madre (Ávila Espada, 2019a). La función del padre, es sin lugar a duda, un eslabón valioso en la estructura familiar para favorecer un orden psíquico hacia el hijo o hija, ya sea en su presencia física o simbólica, donde debe participar también la madre para reducir su exclusividad afectiva con los hijos o hijas, dando lugar al padre en la psique de sus hijos o hijas. Así, el padre los conduce de un rol pasivo (del mundo materno), hacia roles activos en el mundo de las relaciones plurales.

Los sentimientos de protección que perciben los niños y niñas durante sus primeros contactos con la madre y el padre, es debido a que los padres muestran su preocupación y asumen funcionalmente sus responsabilidades. La confianza en sí mismos durante la exploración del mundo que les rodea, conocer a otras personas, y, sobre todo, hacia sí mismos; sabiendo en su interior que, en medio de una experiencia amenazante, estará presente el apoyo, consuelo, comprensión o apoyo emocional de sus padres, además, de otras figuras que fungen como cuidadores próximos de la red familiar. La provisión de cuidados y protección hacia los hijos e hijas, debe entenderse en términos de derechos de las niñas y niños, y obligaciones del padre y la madre en cualquier ámbito de su desarrollo personal. Todo ser humano merece vivir en un espacio familiar seguro y confortable para sentirse pleno, y si existen circunstancias o factores de riesgo, hay que acudir o buscar ayuda profesional en el ámbito de la salud mental.

Referencias:

Ávila Espada, A. (2019). La paternidad desde el punto de vista relacional. Sobre el “nacimiento del padre”. Clínica e Investigación Relacional, 13(1), 148-169. [ISSN 1988-2939]. http://dx.doi.org/10.21110/19882939.2019.130111

Nasio, J.D. (2007). El dolor de amar. Gedisa.

Rendón, E. & Rodríguez, R. (2016). La importancia del vínculo en la infancia: entre el psicoanálisis y la neurobiología. Revistas Ciencias de la Salud, 14(2), 261-280. https://doi.org/10.12804/revsalud14.02.2016.10

Repetur. K. (2005). Vínculo y desarrollo psicológico: La importancia de las relaciones tempranas. Revista Digital Universitaria,6 (11), 2-15. https://www.revista.unam.mx/vol.6/num11/art105/nov_art105.pdf